Gael García Bernal (Guadalajara, 1978) pudo -y quiso- ser médico rural, activista ambiental o filósofo. En lugar de eso decidió vivir todas las vidas posibles a través de las cámaras. Aunque sus padres, José Ángel García y Patricia Bernal, forman una estirpe respetada en la televisión y el teatro mexicanos, para Gael la actuación tenía que ser el viaje de vuelta después de vivir otras vidas, a través de otras miradas.
Los televidentes de México le recordaban bien por telenovelas infantiles como El abuelo y yo (1992, al lado de su charolastra de infancia, Diego Luna), pero su simpatía por Ernesto ‘Ché’ Guevara lo animó a postularse a la Facultad de Medicina en la UNAM. A unos minutos de entregar los documentos de admisión, cambió de idea y dio la vuelta para dirigirse a la Facultad de Filosofía, una ruta también interrumpida por la decisión -esta vez final- de estudiar arte dramático en Londres y después, una vez más, filosofía en la European Graduate School (Suiza) en donde fue alumno de Butler, Baudrillard, Ettinger o Badiou.
Sin haber estado nunca frente a una cámara de cine, ya había cambiado de piel más de una vez. A mediados de la década de los noventa, ocurriría la transformación definitiva. En el cortometraje ‘De tripas corazón’ (1996), dirigido por Antonio Urrutia, un Gael adolescente, virgen y tímido se aliviaba el tedio de un reseco poblado de provincia tapatía fantaseando una trabajadora sexual (Elpidia Carrillo). Su fue nominado al Óscar como cortometraje – el segundo título mexicano en competir en dicha terna-, iniciando una larga relación entre el actor y los premios: su filmografía comprende cinco películas nominadas al Oscar -cuatro de ellas como protagonista-, la cifra más alta para cualquier histrión mexicano desde Anthony Quinn y su presencia, nunca desapercibida, es el hilo común entre películas honradas en el palmarés de Cannes, Berlín, Venecia o Toronto.
En Amores perros (2000), ópera prima de Alejandro González Iñárritu, la Ciudad de México de fin de milenio se despliega como un mural panorámico en el cual un puñado de vidas caen en caída libre, en busca de una oportunidad final de redención o revancha. Octavio, el hermano Caín, traidor y traicionado, presentó al mundo a Gael García quien, en un estallido de potencia imprevista, inauguró un periodo de ebullición que comprende Y tu mamá también (2001), El crimen del padre Amaro (2002), La mala educación (2004) y Diarios de motocicleta (2004). En ese lustro de fuego, García Bernal encarnó una galería inaudita de la comedia y la miseria humana a través de personajes ambivalentes y complejos. En ellos, la generación joven de América Latina, que pasaba de la adolescencia a la primera madurez en medio de las convulsiones y crisis del nuevo milenio, podía reconocerse y reflejarse, desde la Pampa argentina hasta la frontera con Estados Unidos.
El tríptico formado por Amores perros, Y tu mamá también y El crimen del padre Amaro sembró, en conjunto, la insólita cifra de más de 110 premios internacionales incluyendo tres nominaciones consecutivas al Oscar, iniciando para García Bernal una carrera internacional entre cuyas notas altas destacan La mala educación (2004) de Pedro Almodóvar, Diarios de motocicleta (2004) de Walter Salles -que saldó su deuda juvenil con el Ché y su frustrada carrera de medicina- o La ciencia del sueño (2006) de Michel Gondry. A través de personajes diametralmente distintos entre sí, el actor tapatío desplegó un rango de transformación que no parecía tener límites ni fronteras y que lo emparentaba directamente con los grandes intérpretes del Método. En la década reciente, su capacidad camaleónica abarca dos películas imprescindibles del nuevo cine chileno –No (2012) y Neruda (2016)- o, en fecha reciente, la emotiva Cassandro (2023) en donde el actor pudo, finalmente, dar fe frente a cámara de los más de diez años que lleva entrenando sobre el ring.
Adicto sin remedio al riesgo, la curiosidad y las metamorfosis, García Bernal debutó como cineasta con Déficit (2008) en la Semana de la Crítica de Cannes -la misma en que había triunfado Amores perros-, pero fue su segundo largometraje como realizador, el tenebrista thriller urbano Chicuarotes (2019) el que cimentó su presencia como director y productor de mirada autoral. De forma paralela, la presencia de Gael García en el panorama fílmico mexicano ha derivado en la creación de iniciativas fundamentales como la productora y distribuidora Canana o el festival y asociación civil Ambulante, que desde su fundación en 2005 constituye uno de los eventos fílmicos más populares de México en torno al cine documental y su implicación en el tejido social.
La lista de cineastas en la filmografía de Gael García puede leerse como una cartografía detallada del mejor cine de autor del siglo presente: Pedro Almodóvar, Jim Jarmusch, Alfonso Cuarón, Olivier Assayas, Alejandro González Iñárritu, Werner Herzog, Walter Salles, Elia Suleiman, Michel Gondry, Pablo Larraín, Iciar Bollaín, Alonso Ruizpalacios, M. Night Shyamalan o Lukas Moodysoon son apenas la punta de iceberg para uno de los currículos actorales más impredecibles, vastos y estimulantes de Hispanoamérica.