Núcleo 1. El retrato del otro: tradición y modernidad

Audio en español

Frida Kahlo comienza a pintar retratando a amigos, familiares y conocidos. Casi un tercio del total de su obra pertenece a este género. Pese a su aparente sencillez, estos retratos suponen una compleja reflexión sobre la identidad.

Frida, hija de un fotógrafo húngaro y una mujer de Oaxaca, refleja esta doble herencia en su producción, que transita de una pintura moderna con influencia de la tradición europea a obras en las que incorpora elementos asociados a la identidad mexicana.

Mecenas, vecinos, amigas, habitantes de Ciudad de México, coleccionistas de su obra, mujeres con las que convive y otras a las que admira aparecen en esta selección de pinturas y dibujos en los que esgrime su audacia para captar la personalidad del retratado y muestra su amplia cultura y su conocimiento de los movimientos artísticos del momento. 

A partir de 1928, cuando Frida conoce a Diego Rivera, su obra empieza a integrar elementos mexicanos: petates, equipales, flores de cempasúchil, cactáceas y colores vivos provenientes del arte popular. También empieza a vestir con la indumentaria típica de las culturas indígenas de México, particularmente las largas faldas y los trajes de tehuana del istmo de Tehuantepec, una sociedad matriarcal que había resistido al patriarcado. 

Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), considerado el mejor fotógrafo de México, realiza estos retratos de Frida en los que sobresalen elementos mexicanos tanto en sus vestidos como en los objetos que la rodean.

Frida fue una mujer moderna que supo incorporar, en su vida y en su obra, el pasado prehispánico y la herencia indígena, la vanguardia europea y las nuevas ideas de un México que estaba en plena construcción de una nueva identidad.

Audio en inglés

Frida Kahlo started painting portraits of her friends, relatives, and acquaintances. About a third of all her work belongs to this genre. Despite their apparent simplicity, these portraits suggest a complex reflection on identity.

Frida, the daughter of a Hungarian photographer and a woman from Oaxaca, reflects in her productions this double heritage, which navigates from modern paintings influenced by the European tradition to works in which she incorporates elements associated with the Mexican identity.

In this selection of paintings and drawings depicting her patrons, neighbors, friends, Mexico City inhabitants, collectors of her work, women she interacted with, and other people she admired, she audaciously captures the personality of those portrayed, showcasing her comprehensive culture and her knowledge of contemporary art movements.

From 1928, when Frida met Diego Rivera, her work started to integrate Mexican elements: petates, equipales, cempasúchil flowers, cactuses, and the intense colors from the popular arts and crafts. She also started dressing in the traditional attire of Mexican indigenous cultures, especially the long skirts and tehuana garments from the Isthmus of Tehuantepec, a matriarchal society that resisted patriarchy.

Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), considered Mexico’s best photographer, took these portraits of Frida in which the Mexican elements stand out both in her dresses and the objects around her.

Frida was a modern woman who managed to incorporate into her life and work the pre-Hispanic past and the indigenous heritage, together with the European avant-garde and the new ideas of a Mexico constructing a new identity.

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