Venus y la serpiente emplumada - Casa de Mexico

Venus y la serpiente emplumada

Instalación lumínica y sonora

La intervención comienza en la parte baja de Casa de México en España, uno de los escaparates muestra una instalación con proyecciones de la estrella mesoamericana de Venus y el caracol marino junto a una vasija dorada con agua y luz en movimiento. El otro escaparate muestra un vídeo con las mismas simbologías representadas gráficamente. La serpiente, a través de la luz, invade la fachada de la Casa de México. La pieza es una interpretación que parte de la estrella de Venus como guía. Es un símbolo universal que atraviesa fronteras y países. Esta estrella está vinculada a Quetzalcóatl en la cultura mexicana, que aparece también representado como serpiente emplumada.

Todos los elementos actúan de forma sincronizada mediante programación. Esta instalación sonora y lumínica podrá apreciarse del 10 de diciembre al 10 de enero de las 19 a 24 hrs.

La instalación creada por Rocío Asensi simula el tránsito del planeta y retoma símbolos vinculados con la relación entre Venus y Quetzalcóatl, integrando música, luz, color y movimiento. A través de un código QR los espectadores podrán conectarse a una pieza sonora creada especialmente para esta muestra.

Título: Alegría | Dirección: Rocío Asensi. Compositor e intérprete: Álvaro Saldaña.

Quetzalcóatl

Quetzalcóatl es uno de los dioses más importantes de la cosmogonía prehispánica. La serpiente “cóatl” domina el ámbito terrestre y simboliza el cuerpo físico con sus limitaciones, mientras el quetzal, “ave de bello plumaje”, domina el ámbito celeste y representa los principios espirituales del conocimiento, la cultura, la filosofía y la fertilidad. De esta forma, Quetzalcóatl une el inframundo con los cielos; el cuerpo y el espíritu.

Según la mitología mexica, Quetzalcóatl fue también el rey sacerdote de la ciudad de Tollán, donde reinaban la bondad y la rectitud. Es en este sentido que el dios prehispánico ha sido relacionado con la figura de Jesucristo.

El mito cuenta que Quetzalcóatl fue engañado por los otros dioses quienes, celosos del florecimiento de Tollán, lo orillaron a emborracharse con pulque y enamorarse de una sacerdotisa. Avergonzado, Quetzalcóatl huyó hacia el oriente donde se prendió fuego a sí mismo. Se dice que cuando ardió, sus cenizas se elevaron convirtiéndose en el astro que anuncia el alba.

Por su parte Quetzalcóatl, en su acepción de dios creador, descendió al inframundo para recuperar los huesos de las eras anteriores, bañarlas con su sangre y de esta manera dar forma a la humanidad actual (habitantes del Quinto Sol). Venus, en su tránsito celeste, desciende durante la noche y reaparece como estrella de la mañana, por lo que recuerda el viaje de Quetzalcóatl. Ambos renacen continuamente como la serpiente que continuamente cambia de piel. Venus es entonces la serpiente emplumada en pleno vuelo, que guía al Sol en su recorrido.

Venus y Quetzalcóatl son a la vez símbolos de las lluvias y buenas cosechas, dadores de vida, alegorías de la fertilidad y reguladores del orden cósmico. Las serpientes, que aparecen en época de lluvias, avanzan mediante un movimiento ondulante, lo cual se relaciona con el ondear del agua y las corrientes del viento, representado por el dios Ehécatl.

Por eso el caracol marino, símbolo de Quetzalcóatl, se relaciona con el agua, pero también con el viento y el soplo de la vida. Como instrumento de aliento, el caracol se empleaba en el antiguo México durante las ceremonias religiosas. En la imaginería prehispánica, Quetzalcóatl suele portar en la mano un caracol partido por la mitad, conjugando así al agua y el viento como principios de la vida.

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